domingo, 12 de julio de 2015

Un hogar

Una puerta de madera ligeramente inclinada hacia la izquierda. En aquella altura impar donde un apartamento con vidas de gato da cobijo, ahí está esa puerta. La sombra de un crucifijo, que el pasar de los años marco en la madera, hoyos donde una vez hubo clavos que en navidad soportaban adornos diferentes, un calendario a destiempo porque ya no está quien lo veía y pasaba sus páginas; la misma puerta. Una puerta
Extrañas líneas se extienden por el blanco o verde de las limitaciones de ese espacio, producidas por la tenue luz de esas bien conocidas bombillas amarillas, lámparas de arañas cuyas sombras a niños asustan y a adultos sus cristales les hacen caminar cabizbajos, una sala antes llena se respira en soledad junto con el eco de las teclas al escribir; la misma sala. Una sala.
Un pasillo corto que se divide, una bifurcación del cuerpo con tres ramas, dos han de ser nido; oscuro al pasar en sus paredes sientes el “tic tac” de aquel reloj que por años allí estuvo pero como todo en la vida ya no está, o respiras el aroma que desprendían esas pequeñas velas que iluminaban la imagen que hubo después. Sueños vividos, momentos llorados y un sinfín de risas se tocan en sus confinaciones, aquellos que ya no están y los que están pero no se encuentran; las mismas habitaciones. Unas habitaciones.
Rayos de sol con suerte de calor y brisas que revolotean los despistados papeles y el polvo que nunca se quitó, verdes plantas que bailan con la lluvia, vistas de contraste entre el humano y lo natural siempre tan chocantes, un ladrido, el rechinar de una rueda o el piar de los polluelos, un piso siempre limpio por culpa de una pequeña peluda difícil de tratar; el mismo balcón. Un balcón.
Olores mezclados, jabón, aceite, caramelo, etc. El crepitar de los sartenes luchando por sostenerse contra la orquesta de esa máquina que siempre está trabajando aunque no se ensucie tanto o al menos eso parece, la luz reflejándose en la loza que se lavó o buscándose espacio en la que está por lo mismo. Olores mezclados, cloro, mojado, quemado, especias; la misma cocina; Una cocina.

Pequeños detalles de un pequeño espacio los cuales pasan bajo la rápida mirada de la rutina diaria pero que acercándose el final y el cambiar de la rutina se alzan como antiguos monumentos que no puedes omitir, son sonidos, son olores, son vistas y son texturas… son sentimientos; el mismo apartamento. Un apartamento… no, un hogar.

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